miércoles, 27 de octubre de 2010

Las despedidas son castigos divinos.


Cada vez que me despido de tus brazos siento que te digo adiós por años. Aunque sean días, los minutos se me hacen eternos y es cuando se torturan mi alma. Cuando me separo de ti, mi corazón trata de pensar que la distancia hace nuestro sentimiento más fuerte, pero la verdad es que me destroza el no poder decirte día a día lo mucho que te amo.
Voy solo en un bus casi vacío. Soledad fiel aliada. El frio y la oscuridad me rodean. Viendo imágenes del pasado siento a mí alrededor la fuerza de los abrazos que me dabas, esos apasionados besos que vivimos y esa conexión de amor que cada día se hizo más fuerte y nos costó más controlar. Esa unión y ese espíritu que movía montañas y cruzaba vientos para sentir tu cuerpo y tu alma cerca de mí en las noches y en mi diario caminar.
Nublado veo en esta neblina de amor donde quede ciego por ti. A lo largo veo entre nubes a los arboles flotando como fantasmas de lo que por ti siento y la lejanía trata de destruir pero no lo logra. La única luz que me puede sacar de este tormento eres tú, tu sonrisa y tus ojos, esas miradas que me sacan los más profundos suspiros, eres tú. El amor de mi vida.
Aquel que un día en mis brazos mire dormir y que hoy dejo partir.
Te amo…por quien eres y por quien soy cuando estoy contigo.