La vida es un equilibrio en cada parte de sus ramas. Es
entonces en donde te dicen que a veces es bueno perder el equilibrio por amor.
¿Por amor? Por amor dejé todo, por amor dí la espalda a mi carrera, a mi vida,
hasta a mi familia y hoy estoy en una esquina de mi cuarto, viendo las
estrellas en el cielo, viendo al mundo contemplarme. Perdí mi equilibrio y fracasé.
Dejé mi mente perdida en el tiempo, en aquellos recuerdos de
cuando en medias corría por amor, de cuando él era mi universo y mi meta era
hacerlo feliz. Dejé mi mente en la perfección de esos días cuando la
inspiración no se podía contener y en cada mirada decía un honesto y sentido “te
amo”.
Recuerdo esos momentos de inspiración. Recuerdo pasar mi
mano por su espalda y leer mil poemas de poesía. Recuerdo las risas, los
sueños, recuerdo mi futuro a su lado. Recuerdo las rosas, los chocolates, las
cenas, las sonrisas, los abrazos, los besos, recuerdo el amor que por él tuve.
Luego todo empezó a cambiar, empecé a ver el lado oscuro
adentrarse como una sombra en mi perfección. Recuerdo sus primeros gritos, sus
primeras miradas llenas de ira y descontrol. Recuerdo cuando salía quemando
llantas porque ya no podía verme. Recuerdo quedarme llorando, como en este
momento, en una esquina de aquel apartamento, sentado, triste. Caído.
Nunca he podido asimilar con éxito la derrota. Siempre he
fallado en hacerlo. Nunca pude rendirme a tiempo. No se si exisitirá tal cosa
pero nunca pude hacerlo. Por eso seguí, y aunque huía ocasionalmente, de igual
forma regresaba porque siempre había una esperanza. Siempre había un camino. Mi
corazón no se cansaba de decirme que mi sueño estaba en él, aunque la realidad
fuera otra.
Poco a poco la paz se fue llenando de obstáculos. Poco a
poco fuimos cayendo en la rutina trágica de la vida, sin más que una ocasional
sonrisa y una forzada inspiración. Poco a poco mi burbuja mágica se empezó a
convertir en una cárcel, en un lugar negro, vacío de inspiración.
Fue entonces cuando a empujes desesperados intenté salvar
esa esperanza, ese sentimiento y buscamos nuevos rumbos para la vida. Fue entonces
cuando ya mi vida tenía un rumbo fijo, pero mil paralelos. Fue entonces cuando esperaba
con ansias volver a ver esas sonrisas que gritaban “te amo” pero ya habían
muerto.
Para ese momento todo era paz, paz sin inspiración, paz que
no existía. Para ese momento todo caminaba pero mi corazón estaba atrás. Para
ese momento no valía la pena decir algo. Para ese momento lo único que pensaba
era que nada era como antes. Entonces empecé a morir. Empecé a perderme. Ya no
era yo.
Mucho había llorado al pie de aquella puerta cuando se iba,
esperando con el corazón roto que estuviera bien y que volviera pronto a abrazarme
y decirme que todo estaría bien, pero nunca pasaba. Yo nunca lo quise así.
Nunca lo imaginé así. Me perdí, fallecí.
Llego un punto en donde nada era lógico y la vida
simplemente corría y se movía pero yo estaba admirando aún los recuerdos del
ayer. Aún no había podido caer en realidad de que aquello había muerto y no
volvería.
Fue entonces cuando, de nuevo, intenté cambiar mi visión del
amor que teníamos, intenté renovar lo que habíamos dejado atrás y pensé que
eran fantasmas mundanos lo que nos atacaba. Y volvimos entonces a cambiar
nuestro destino, aunque por poco tiempo.
Esta vez, morí por siempre. No supe reaccionar al golpe de
la realidad. No pude abrir mis ojos. No pude mirar con claridad. Había un monstruo
dentro de él y yo no podía verlo más. Morí. Cerré mis ojos y morí.
Y en este momento, aún me pregunto si valdrá la pena perder
mi equilibrio por amor…o al menos por ese amor…