lunes, 29 de enero de 2018

Ella es.

Hace muchos años no sentía una inspiración real por escribirle a alguien lo que sentía. Estoy hablando que al menos en 7 años no sentía la inspiración de volver a creer en un amor eterno, en un amor que recorriera mi cuerpo con sus abrazos aunque la distancia lo impidiera.

Pero el momento llegó, y llegó de nuevo con la misma persona que en su momento, hace mas de 10 años me inspiró a escribirle al amor que pensaba como utópico. Al parecer, Dios me quiso regalar la oportunidad de mi vida. La oportunidad de poder enamorarme como nunca lo había hecho. De poder saber que era real a lo que tanto en su momento le escribía. Que alguien que se consideraba frívolo y muerto por distintos acontecimientos de la vida, que esa persona podía amar con su corazón lleno. Con su corazón inspirado. Que podía ver esa sonrisa y escribir mil historias. Que llegaría esa mujer que le volvería color a su mundo. Que hasta la música volvería a sonar como en algún momento de la adolescencia se sentió.

Amo. Amo este momento de mi vida. Amo esos ojos, esa mirada de ternura. Amo sentir su cuerpo alrededor del mío. Amo su piel. Amo su respiración. Amo su pensar. Amo su paz. Amo la estabilidad que me da. Amo saber que puedo confiarle mi vida, mi corazón. Es ella a quién le escribía hace años, es a ella a quién Dios me preparó todos estos años para amar, para saber valorar, para saber cuidar.

Es ella a quién veo al final del atardecer en la arena con un vestido blanco, viendome con una sonrisa y esa mirada de ternura que esta llena de vida, de futuro, de amor y cariño. Es a ella a quién veo besando el resto de mi vida. Es el amor de mi juventud, es el amor de mi adultez. Es la madre de los que algún día vere crecer y consideraré mi propia sangre. Es ella a quién mi madre siempre quiso a mi lado. Es ella, quién ha vivido mucho, sufrido mucho y que conoce que desea, como y cuando.

Y en un momento de mi vida cuando mas bajo me sentía. Mas muerto. Mas arruinado es que me dí al chance de volver a creer. De verla ese sábado en la tarde jugar con mi hija, de verla correr tras los suyos, de verla reir, de verla como me hacía amar una tarde sin nada material pero con mucho que sentir, mucho que ver en mi futuro.

Ella comparte mis sueños. Ella ama lo bueno en mi, respeta lo no tan bueno. Entre ella y yo no hay secretos. Hay confianza. Hay vida. Hay pasión. Hay un futuro con un potencial altamente fuerte.

Su amor me curó. Su amor y sus caricias curaron mi corazón. Su amor tiño de colores el mundo que yo ya vivía en grises. Su amor vino a llenar mi vida de alegrías.

Recordé su sonrisa y que fue lo que desde un principio me inspiró. Hoy la veo de blanco al final de mi atardecer. Este es el inicio apenas de mi atardecer.

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