miércoles, 8 de julio de 2015

Siempre quise

Siempre quise hacer a cada persona a la cual ame o quise mi inspiración total y completa. Siempre les quise dar un amor que estuviera en un espacio en mi corazón privilegiado. Fuera un hombre o esta mujer siempre quise hacer a alguien feliz, ver la sonrisa de una persona sabiendo que yo era la causa de esa sonrisa. Siempre quise sentirme bien al pensar que podía hacer un bien a la humanidad.

Creo que todo lo basaba en eso. En hacer feliz a una persona día a día era mi forma de aportar un granito. Siempre quise saber que alguien me amaba tanto como yo le amaba de vuelta.

Es curioso como a muchas personas herí y como muchas otras me hirieron. Es curioso que a pesar de esos golpes directos a mi esencia, aun así logro recordarlos con buenos ojos. Esos buenos momentos. Esas risas. Darse la mano por primera vez. Esos besos. Esas miradas de que la vida nunca se detendría.

El amor, el amor no es para mí algo renunciable. No puedo morir pensando en que lo deje de lado. Siempre quise dejarlo plasmado en palabras, en textos, en miradas, en esas personas con las que cree recuerdos en algún momento y que hoy son solo un recuerdo.

Siempre quise envejecer al lado de esa persona. En sus brazos. En su pecho. En sus ojos. Ningún nombre en particular se asoma. Siempre quise creer en que había un amor tan fuerte que lograra inspirarme casi tan fuerte  como las famosas tonadas de piano que toda la vida me han tocado y dado en el corazón.

Amé con el corazón, nunca con la cabeza. Nunca logré prevenir el llanto o el sufrimiento. Siempre busque algo más que alegría, amor. Siempre busqué la inspiración en amores de verano. En miradas opacadas por el sol. Siempre busqué paz. Paz y esencia. Inspiración.

Siempre quise cuidar a alguien más que a mí mismo. Siempre sabiendo que lo harían por mí. Siempre quise que nuestro mundo fuera rozar nuestras pieles por cuanto tiempo tuviéramos. Siempre lo pensé. Lo esperé. Nuestros pechos juntos, manos y ojos en el otro. Solo mirándonos, esas miradas que matan, que reviven, que llenan, que jamás se olvidan. Esas miradas que llenan, que inspiran. Tantas miradas tengo en mi mente, en mis recuerdos. Pero ninguna logro conservar por mucho tiempo. Son fragmentos de segundo que me llenan e inspiran, que me alegran el día, que pintan un gris mundo de color para luego irse y recuérdame que solo estoy.

Siempre quise que una persona lograra comprender mi mente. Mi compleja y trastornada mente pero ninguna lo hizo. Siempre pensé que iba a hallar una persona exactamente igual a mí, igual en mis deseos, mis sueños, mis metas, mi inspiración, mi actuar. Me perdí en amores de verano buscándome a mí mismo. Buscando lo que nunca había perdido pero que aún no logro ver. Me perdí en un bosque lleno de árboles de distinto tamaño que iban mostrándome la luz entre sombras. Me perdí de los mejores placeres de la vida por llenarme solo de un amor que pensaba que tenía. Me perdí de la vida por buscar alegrar una que la mía perdía.

Siempre quise que mi vida fuera tan corta pero tan llena como un trayecto por las montañas en donde a tu lado está esa persona que te llena, y una mirada y una sonrisa, en un paraje entre árboles y luces. Quiero que ese sea mi última vista. Un bosque con vista a la lejanía, a la luz, al horizonte que siempre disfrute.

Siempre quise pintarle el mundo color de atardecer a mi esencia. Sabiendo que era mi propia esencia la que necesitaba color.

Esos colores. Esa vida. Esos tonos llenos de inspiración, de amor, de ternura. Ese momento que el tiempo, el aire y el espacio parecía abrazarte. Siempre quise regalarle esa magia a un corazón y que fuera tan eterna como el tiempo mismo, como el universo, como el espacio.


Deseo que mi mente guarde ese momento cada día, cada noche, eternamente.

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