miércoles, 13 de enero de 2016

Viento, caricias y amor.



Hay muchas variables en el tapete de la puerta. De esas muchas variables, hay 3 que muestran cambios importantes pero la misma esencia del camino.

El camino que siempre se rompe y queda a medias. A medias, a expensas de la vida, en media calle, en media vida. Y tal como Davinci, nunca se termina. Nunca se termina en su totalidad y solo quedan flotando por el espacio. Como el viento, solos entre las cuerdas de la guitarra. Pero los recuerdos son los demonios de mi mente.

 Entrando en ella, a través de los ojos se muestran. Pero nadie se atreve a verlos. Nadie se atreve a verlos como yo veo la realidad de otro mundo fuera del mío. ¿Paranoico? Lo sé y no hay nada que hacer.

 Y lo podría haber hecho mejor. Lo sé. Pero no funcionó y no funciona y no funcionará porque estoy dañado. Porque ya sé de dónde vengo, de una acera con drogas. Porque estoy dañado por un tiempo que mi mente bloqueo, que no logro ver, pero que mi inconsciente conserva. Estoy dañado y ando por el mundo dañando a otros. Satisfaciendo mí sed de sangre, de vida, de esencia. Me falta inspiración, felicidad. Lo sé porque nunca he podido ser totalmente feliz. Lo sé porque siempre que he hecho a alguien feliz llegan las lágrimas al tiempo. Ni siquiera a quién más amé en mi vida pude darle perfección. Soy duro, soy un castigador de mi alma porqué conozco lo que puede hacerle a otros.

 Y en el pasado fueron los miedos los que me impidieron respirar y fluir por el aire. Viento, caricias y amor. Viento caricias y literatura. Poemas por doquier pero nada más que un vampiro respirando inspiración, toda la esencia de otros para luego desecharlos como trozos de carne. Porque siempre tuve ideas de perfección que nunca fueron realidad. Porque siempre tuve ideas de felicidad para los demás pero en cuanto terminaron de funcionarme, los deseché. Siempre fue así. Usé a las personas, usé su amor y aunque obtuve lo que necesitaba, lo que quería, su muerte quedó en mi conciencia.

Mi conciencia, vaya tema. No es para menos que una gran extensión de dilemas que ni mis analistas se atreven a tocar. No tengo empatía para con la realidad que veo, pero tengo el corazón en mi mano para lo que, en muy pocas ocasiones, logro sentir. El amor que proclamo en poemas no es más que la inspiración que mi sucia y dañada alma ocupa para poder desahogar su ira con el mundo. El amor que les predico no es más que mi egoísmo, mi narcisismo y mi vació imitando lo que otros enamorados realmente sienten.

¿En qué me he convertido?

No tengo nada que decir. Estoy dañado. Estoy tan dañado que succiono vidas para vivir. Soy un depredador y pocos lo notan. Soy un animal de pocos modales, sin conciencia. A todos los que he conocido los dejo ir en el aire, con el viento y nunca más vuelven. Y aunque sientan que lo tienen todo, que me tienen todo, nunca hay nada más que decepción asegurada al final de esta parada. Le voy a fallar, estoy seguro.

A veces me daño físicamente a ver si logro sentir algo más que este vació. No siento nada. No siento más que decepción, que un vacío que necesita esencia. Sangre. Inspiración.

A veces confundo la realidad, me pierdo en lo real y lo fantasioso. Y sé que no lo hago al propio, sé que simplemente cuando me doy cuenta prometo cielo, luna y tierra, pero solo entrego un imperio de decepción y tristeza al final. Le haré daño, lo he hecho en el pasado. Soy un daño, un número dañado en la sociedad. Y lo sé, pero no me doy cuenta cuando actúo. Solo sé que eso es lo que necesito. Necesito tu esencia, tu último aliento antes de terminar, tu sudor, tu aroma, tus ojos ilusionados. Necesito tu futuro. Necesito tu esencia. Y luego te daré la bienvenida a mi imperio de la tierra, del infierno.

Y sé que empezando de nuevo algo pasará y caerá el imperio de nuevo. Me conozco. Por eso he caminado solo desde el día en que me dañaron. Todo lo que se acerca cae y la verdad mi conciencia no me recrimina nada. Esto no es una nota suicida ni de tristeza. Es una nota realista. Es una nota narcisista. Es autocrítica. Es un fallido intento por liberar algo más que palabras al mundo. Es un fallido intento para sentir algo porque a este momento no logro más que traducir lo que mi mente intenta decir para yo sentir, pero que muere en el proceso. Simplemente no siento nada. Y así he sido siempre.

No me importa la vida. No me importa la muerte. No me importa si respira o no. No me importa si llora o no. Simplemente es un proceso de la vida. Rozar la piel, escribir poemas llenos de vida y amor en sus desnudos y luego quemarles la existencia. No hay nadie más que pueda hacer un cambio. Aún estoy aquí y luego de años de terapia nada ha funcionado. Soy así. Vivo para respirar la esencia de aquellos que caen en mis garras, en mi barco. Le voy a fallar y caerá. Caerá el imperio prometido. Siempre pasará así.

No hay comentarios:

Publicar un comentario